Fotógrafo, empresario audiovisual, autor de la exposición Constanza en blanco y negro
Escrito por: LUIS MARTÍN GÓMEZ (yolayelou@gmail.com)
Creo que de niños a todos nos quedó un reto pendiente, algún río sinuoso donde no nos atrevimos a bañarnos, una charca misteriosa a la que nos dio miedo saltar, una chica un poco mayor a la que nos quisimos declarar pero frente a la cual nos quedamos mudos, una chichigua por encampanar, un tejado al que subir… A Rubén Abud le quedaron ganas de escalar la Loma de la Ochenta, en su natal Constanza.
Rubén cuenta que la Loma de la Ochenta fue bautizada de esa forma porque cuando la incursión guerrillera del 1959 el Ejército Nacional colocó en ella una metralleta calibre 80 para repeler a los rebeldes. Unas décadas después, Abud logró coronarla, y dice que lo que vio desde allí es indescriptible.
RA Se ve el valle completo, y al amanecer, cuando aún no apagan las luces de las casas y la niebla cubre todo el pueblo, se crea una atmósfera mágica, que parece de película, como la de la montaña de “Encuentro cercano del tercer tipo”.
Esa fotografía, que el autor tituló “Luces bajo la neblina”, es una de las 30 imágenes que integran la exposición “Constanza en blanco y negro”, una muestra de alto nivel artístico que evidencia no sólo un excelente ojo para el paisaje, sino también una gran destreza técnica para dominar los altos contrastes y la difícil gama de los grises. De primera intención, llama la atención que Rubén haya elegido el blanco y negro para enseñarnos el lugar de la isla donde están todos los colores de la naturaleza y vibran con mayor intensidad.
RA Siempre me ha gustado ver Constanza en blanco y negro. Es una manera de regresar al pasado y vivir de nuevo momentos de mi niñez en los que fui muy feliz. Recuerdo que en la casa de mis padres había cajas repletas de fotografías y todas eran en blanco y negro. Mi propósito con esta exposición es que la gente admire la belleza de este valle encantado en su más genuina desnudez, evitando las distracciones que provoca el color.
Para registrar esa montaña que se mira en el agua, esas nubes rizadas como una cabellera, ese hombre que se esfuma en la niebla, esa luna serena ante las cruces de iglesia, Rubén Abud estudió a grandes maestros de la fotografía como Henri Cartier-Bresson y Ansel Adams, investigación a la que ha añadido una experiencia de más de una década que empezó con las orientaciones del gran fotógrafo dominicano Leopoldo Perera Acta, y ha sumado su labor como foto fija (still photography) de 12 producciones cinematográficas realizadas en el país.
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