9.6.19

Kelvin Naar, testimonio y arte


Por: MARIANNE DE TOLENTINO

El Centro de la Imagen se impone cada vez más como centro nacional e internacional de la fotografía, con una seriedad que merece respeto y admiración, con un ritmo y una calidad de exposiciones que llegan a asombrar, con actividades crecientes de investigación, talleres, animación, diálogos, un conjunto de “virtudes” incomparable en Santo Domingo, dirigido con competencia y pasión por Mayra Johnson y Carlos Acero.
Una vez que se ha vencido la relativa dificultad para llegar, su ubicación en la Zona Colonial es hasta un elemento memorable de una situación excepcional…
La exposición, “Sincretismo”, de Kelvin Naar, ha sido una muestra cimera en la tradición de selección y curaduría de la institución, muy bien montada y dispuesta en las dos plantas – por cierto otro reto que sabe aprovechar las dificultades del local–.
Una disertación, amena y accesible, de Geo Ripley sobre el sincretismo, permitió, en una sesión especial, que el público se concentrase más en las cualidades intrínsecas de la fotografía, su intensidad e impacto comunicativo.
Kelvin Naar. Cada fotógrafo magistral posee personalidad, temperamento e intereses que identifican su formulación, su “ojo”, en fin su iconografía –que hemos tenido la suerte de recorrer en un magnífico libro de su autoría–.
Ciertamente, Kelvin Naar posee una gran versatilidad, y pasa, con igual soltura, de las composiciones tupidas que abarrotan el espacio, a una organización espacial –geometrizante o barroca– diseñando planos. Dentro de esta pluralidad, él demuestra una predilección por los temas sociológicos, antropológicos y humanistas.
Él capta el individuo, su contexto, circundante y/o singular, siempre comunicando la huella de su origen y clase, a menudo preso de su pobreza, luchando para sobrevivir desde la infancia hasta la senectud –dos períodos de la vida que motivan especialmente al artista–.
El entorno –también angustiante para todo espectador sensible– se adhiere a la “piel”, al cuerpo de los protagonistas: la unidad visual es absoluta. Más aun, ese ámbito, tan simbólico como significativo, de la desgracia –individual y colectiva– en sí mismo expresa a quien lo habita, hasta en su ausencia…
La exposición. Paisaje de las injusticias y las ilusiones, el ceremonial del vudú haitiano sumerge a Kelvin Naar en la vitalidad purificante del agua, en los ritos, los trances, las imprecaciones, el placer, el dolor, el sacrificio. Su iconografía, que él comparte con creyentes y oficiantes, quiere que nosotros también nos impliquemos. Y lo hacemos, la mirada se prolonga, la sensación ineludible brota de la contemplación, la fotografía nos atrapa, insólita y ajena a lo bello convencional.
El proceso artístico y testimonial de Kelvin Naar culmina en una visión afirmativa, sintética, ritual, sagrada, mítica. Con la mayor sinceridad y consideración, él transmite y expresa el acto de fe en su obra, evocación en imágenes de una espiritualidad religiosa compleja, ¡de perennes esperas y esperanzas!
Paralelamente, en la segunda planta, las fotografías presentan el ritual cristiano y la misa católica, la introspección y el éxtasis de los fieles. Son excelentes, aunque las invocaciones sincréticas pueden provocar una mayor emoción por su vehemencia expresiva. Pero cada espectador y observador “cómplice” (man)tendrá su reacción personal.
Finalmente, nos encanta la elección –permanente– del blanco y negro, fundamental todavía en la fotografía, por concentrarnos en la pureza del oficio, en las luces y las sombras, en la composición y las formas que el virtuoso Kelvin Naar rige, espontánea y concientemente.

tomado de hoy , 8-6-2019

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