Por: MARIANNE DE TOLENTINO
La primera edición del Salón Bienal de Fotografía y Video del Centro de la Imagen y la Fundación Imagen 83 sobresale tanto por la cantidad de participantes como por la calidad de las obras, y le augura futuro. Además, la comprobada experiencia y competencia de quienes lo organizan es otro factor considerable.
Sin caer en el encomio, elogiemos la inobjetable labor que cumple un equipo pequeño, encabezado por Carlos Acero y Mayra Johnson. Trabajan arduamente, convocando, organizando, coordinando, y es sintomática la respuesta de participación.
Así como Photoimagen ha contribuido al auge de la fotografía en el público, esta nueva celebración bienal, su “pariente” por quienes la dirigen y auspician, (cor)responde a un entusiasmo generalizado, al apasionamiento digital…
El certamen estableció requisitos mesurados y apertura. En el ánimo de favorecer la máxima libertad de forma y expresión, o sea una creatividad contemporánea, el Salón Bienal permitió integrar la imagen fotográfica dentro de instalaciones y categorías, espacialmente mixtas. Si la iniciativa podía justificarse, los resultados no “calificaron” tanto esta apertura.
Si expresamos un parecer global valorativo acerca de la selección expuesta, las fotografías cuidan encuadre, composición y diseño espacial. Dentro de la diversidad e individualidades, hay concepto y sensibilidad, verdadera reflexión visual cual sea el tema. La técnica y la definición están puestas al servicio de una sensibilidad que vibra prácticamente en cada imagen, primando la autonomía expresiva más que la experimentación. Luego, el reino de la fotografía a color, incontenible, no impide que permanezcan y se distingan los “convencidos” del blanco y negro, bien representado.
Fotografías galardonadas. El éxito del Primer Salón Bienal reside no solamente en el entusiasmo participativo y las obras admitidas, sino en la premiación.
Un primer premio compartido y varias menciones de honor coronaron la Fotografía. El hecho de que el concurso esté abierto a maestros, confirmados y emergentes, fortalece la competencia y su complejidad de percepciones e interpretaciones. Su ubicación en la Galería Nacional de Bellas Artes, con el esmerado montaje de las piezas expuestas, favorece la libertad de circulación y una lectura rica, de revelación a sorpresa.
El mosaico de 16 fotografías, en blanco y negro, de Clara Martínez Thedy, co-ganadora del galardón cimero, causa una singular impresión, por ser la primera vez que una fotógrafa o un fotógrafo dominicano trata sistemáticamente el tema del tatuaje, presentando una secuencia de imágenes, afines y diferentes.
La artista tituló su obra “Emociones en la piel”. Su propuesta aúna la estética –de belleza y técnica indiscutibles– y el documento. Este surge de la curiosidad de la autora por esa práctica creciente de “signos” que pueden extenderse al cuerpo entero, y se devela sin pudor ni restricciones…
Primer premio ex-aequo, ha obtenido Alfredo Moronta por una obra totalmente distinta, espectacular, noble, suntuosa. Plasma una identidad antillana absoluta, desde el entorno y las frutas tentadoras a la heroína del cuadro, doña Esperanza, un ícono de la senectud… Borra el límite con las artes plásticas y la pintura, pero no la estimamos “pictorialismo”, sino homenaje de una fotografía, excelente e hiperrealista, a la historia del arte y a la criollidad.
Las menciones de honor no tuvieron en cuenta la confrontación de itinerarios personales, sino simplemente la multiplicidad de formatos, de temas, de iluminaciones, de hecho fotografías donde la carga emocional equilibra el peso investigativo, donde la ingeniosidad duplica el efecto visual, donde el componente de belleza nunca está ausente.
Solamente falta el premio del público, lógicamente conferido en el cierre de la muestra.
El blanco y negro demuestra, pues, actualidad y calidad, mientras el color puede adoptar contrastes fantásticos o una superposición casi tenue y refinada. Entre las opciones temáticas, el contexto antropológico y geográfico o el compromiso político-social han inspirado menos que la preocupación por una imagen de óptima resolución y equilibrio compositivo. Y, salvo excepciones, la autoría –nos referimos a participantes con una identidad (re)conocida– no fue un elemento sobresaliente..
Así como Photoimagen ha contribuido al auge de la fotografía en el público, esta nueva celebración bienal, su “pariente” por quienes la dirigen y auspician, (cor)responde a un entusiasmo generalizado, al apasionamiento digital…
El certamen estableció requisitos mesurados y apertura. En el ánimo de favorecer la máxima libertad de forma y expresión, o sea una creatividad contemporánea, el Salón Bienal permitió integrar la imagen fotográfica dentro de instalaciones y categorías, espacialmente mixtas. Si la iniciativa podía justificarse, los resultados no “calificaron” tanto esta apertura.
Si expresamos un parecer global valorativo acerca de la selección expuesta, las fotografías cuidan encuadre, composición y diseño espacial. Dentro de la diversidad e individualidades, hay concepto y sensibilidad, verdadera reflexión visual cual sea el tema. La técnica y la definición están puestas al servicio de una sensibilidad que vibra prácticamente en cada imagen, primando la autonomía expresiva más que la experimentación. Luego, el reino de la fotografía a color, incontenible, no impide que permanezcan y se distingan los “convencidos” del blanco y negro, bien representado.
Fotografías galardonadas. El éxito del Primer Salón Bienal reside no solamente en el entusiasmo participativo y las obras admitidas, sino en la premiación.
Un primer premio compartido y varias menciones de honor coronaron la Fotografía. El hecho de que el concurso esté abierto a maestros, confirmados y emergentes, fortalece la competencia y su complejidad de percepciones e interpretaciones. Su ubicación en la Galería Nacional de Bellas Artes, con el esmerado montaje de las piezas expuestas, favorece la libertad de circulación y una lectura rica, de revelación a sorpresa.
El mosaico de 16 fotografías, en blanco y negro, de Clara Martínez Thedy, co-ganadora del galardón cimero, causa una singular impresión, por ser la primera vez que una fotógrafa o un fotógrafo dominicano trata sistemáticamente el tema del tatuaje, presentando una secuencia de imágenes, afines y diferentes.
La artista tituló su obra “Emociones en la piel”. Su propuesta aúna la estética –de belleza y técnica indiscutibles– y el documento. Este surge de la curiosidad de la autora por esa práctica creciente de “signos” que pueden extenderse al cuerpo entero, y se devela sin pudor ni restricciones…
Primer premio ex-aequo, ha obtenido Alfredo Moronta por una obra totalmente distinta, espectacular, noble, suntuosa. Plasma una identidad antillana absoluta, desde el entorno y las frutas tentadoras a la heroína del cuadro, doña Esperanza, un ícono de la senectud… Borra el límite con las artes plásticas y la pintura, pero no la estimamos “pictorialismo”, sino homenaje de una fotografía, excelente e hiperrealista, a la historia del arte y a la criollidad.
Las menciones de honor no tuvieron en cuenta la confrontación de itinerarios personales, sino simplemente la multiplicidad de formatos, de temas, de iluminaciones, de hecho fotografías donde la carga emocional equilibra el peso investigativo, donde la ingeniosidad duplica el efecto visual, donde el componente de belleza nunca está ausente.
Solamente falta el premio del público, lógicamente conferido en el cierre de la muestra.
El blanco y negro demuestra, pues, actualidad y calidad, mientras el color puede adoptar contrastes fantásticos o una superposición casi tenue y refinada. Entre las opciones temáticas, el contexto antropológico y geográfico o el compromiso político-social han inspirado menos que la preocupación por una imagen de óptima resolución y equilibrio compositivo. Y, salvo excepciones, la autoría –nos referimos a participantes con una identidad (re)conocida– no fue un elemento sobresaliente..
La imagen en movimiento. El Video contó con una participación relativamente modesta, con dieciséis obras presentadas al público, que se pueden ver continuamente, en dos monitores. Todavía, entre nosotros, se considera una práctica nueva, cuando los pioneros del médium se sitúan en los 60, o sea hace más de medio siglo.
Es una categoría difícil, exigente en tecnología, en argumento u objetivo formal, igualmente en su proceso de construcción.
Los jóvenes lo consideran todavía como un territorio de exploración, y tal vez un sendero hacia el mundo cinematográfico… Dentro de la seriedad imperante, profusión de vistas, repetición de enfoques, duración límite, caracterizaron a varias obras.
Dos premios especiales fueron otorgados, a unanimidad.
Indudablemente, se destaca por su mensaje, su brevedad, su legibilidad perfecta, su poesía dramática, el colectivo Guadalupe Casanovas y Rosemary Quezada, con el video “A Quemarropa”, un verdadero llamado ecológico, vigente sino imprescindible en la actualidad universal de incendios forestales, destructores de vida.
Los trabajos en animación, dotados de varios títulos y producidos por los artistas Tomás Pichardo Espaillat y Omatt F. Suero, recibieron un premio especial, una muestra a dúo en el Centro de la Imagen, en el 2020. Su éxito, entre ritmo, ternura y humor, causa gran alegría, estimulando a jóvenes creadores, y en un género que debe avanzar en nuestro país, al igual que el “comics” o narrativa en imágenes.
El Salón Bienal de Fotografía y Video “ratifica la vitalidad de ambas manifestaciones artísticas en el panorama de las artes visuales dominicanas”, como bien lo señalan sus organizadores. Este encuentro de talentos se ha celebrado felizmente, como se esperaba… Ya se está pensando en la segunda versión, con fe, optimismo y orgullo, gracias a este primer testimonio y sus perspectivas.
Es una categoría difícil, exigente en tecnología, en argumento u objetivo formal, igualmente en su proceso de construcción.
Los jóvenes lo consideran todavía como un territorio de exploración, y tal vez un sendero hacia el mundo cinematográfico… Dentro de la seriedad imperante, profusión de vistas, repetición de enfoques, duración límite, caracterizaron a varias obras.
Dos premios especiales fueron otorgados, a unanimidad.
Indudablemente, se destaca por su mensaje, su brevedad, su legibilidad perfecta, su poesía dramática, el colectivo Guadalupe Casanovas y Rosemary Quezada, con el video “A Quemarropa”, un verdadero llamado ecológico, vigente sino imprescindible en la actualidad universal de incendios forestales, destructores de vida.
Los trabajos en animación, dotados de varios títulos y producidos por los artistas Tomás Pichardo Espaillat y Omatt F. Suero, recibieron un premio especial, una muestra a dúo en el Centro de la Imagen, en el 2020. Su éxito, entre ritmo, ternura y humor, causa gran alegría, estimulando a jóvenes creadores, y en un género que debe avanzar en nuestro país, al igual que el “comics” o narrativa en imágenes.
El Salón Bienal de Fotografía y Video “ratifica la vitalidad de ambas manifestaciones artísticas en el panorama de las artes visuales dominicanas”, como bien lo señalan sus organizadores. Este encuentro de talentos se ha celebrado felizmente, como se esperaba… Ya se está pensando en la segunda versión, con fe, optimismo y orgullo, gracias a este primer testimonio y sus perspectivas.
tomado de hoy, 23-11-2019
0 comentarios:
Publicar un comentario