Fue una de las inauguraciones más concurridas en la Galería Nacional de Bellas Artes. Incontables eran quienes subían, bajaban, recorrían las dos plantas, hermosamente “forradas” de 220 fotografías, un aporte estelar de 44 artistas miembros de Fotogrupo.
A menudo se lamenta que, en una apertura de exposición, hablan mucho… y poco caso hacen a las obras. Aquí no sucedió: todos miraban una y otra vez, comentaban, (se) retrataban, casi siempre planeaban una próxima visita.
La asombrosa riqueza de las imágenes y el carácter excepcional del evento motivaban el entusiasmo compartido: una inmensa y maravillosa –ambos calificativos valen– muestra celebra “40 años de Fotogrupo”, de actividades plurales y no interrumpidas desde su formación en 1977. ¡El tiempo no ha pasado para esta agrupación de talentos!
¡Que un colectivo de artistas pueda no solamente resistir durante cuatro décadas, sino, además de permanecer, avanzar en creatividad, compromisos y calidad, significa una verdadera excepción! El 13 de octubre se festejará puntualmente el cuadragésimo aniversario.
Ahora bien, Fotogrupo también empezó de manera excepcional, siendo el punto de reunión Casa de Teatro, el anfitrión Freddy Ginebra. Y quien fundó esta sociedad fue el maestro incomparable de la fotografía dominicana –y muy probablemente caribeña–, Wifredo García. Él no solamente creó Fotogrupo, sino que fue su principal mentor y animador hasta que falleció a destiempo en 1988. Le comunicó principios e ideales, con compromisos que perduran orgullosamente, entre el compañerismo y la lealtad, la libertad y la disciplina, la emoción y el respeto.
Fotogrupo dedica el acontecimiento y conmemoración a Wifredo García, y durante la noche, se “sentía” su memoria, por la presencia de sus hijos, por una atmósfera que conjugaba fe, arte y alegría.
La exposición. La concepción de este despliegue fotográfico, elogiado unánimemente, es, en sí, un reconocimiento a los expositores, con la correspondiente consideración hacia sus obras, según la filosofía de Fotogrupo. Del mismo modo que no hay jerarquía ni diferenciación entre los miembros –salvo las funciones y servicios que ellos asumen voluntariamente–, así se ha realizado el montaje.
Podemos calificar este montaje una museografía, pues, adrede, las obras –cinco por expositor, editadas en un solo formato, presentadas sin marco– se han dispuesto, para su mejor lucimiento, en los distintos espacios. No hay la menor discriminación: grandes nombres de la fotografía y miembros fundadores de Fotogrupo figuran al lado de talentos jóvenes, recién revelados e ingresados.
El resultado es óptimo. El interés y la lectura se renuevan a cada conjunto, con una ficha biográfica ilustrándonos acerca del autor. El milagro ocurre: esta información se lee…
Tampoco hay clasificación según el tema y el estilo. Evitando la sistematización y la monotonía, este criterio de valoración intrínseca pretende a un permanente descubrimiento y lo consigue; además alcanza una estética y una diversidad sorprendentes, desde la transferencia de lo real a su transformación según los temperamentos artísticos.
Evidentemente se trata de una labor consensuada, pero el gran emprendedor de esta hazaña museográfica se llama Herminio Alberti, que, incansable, ha ido colocando personalmente las obras. Junto a él colaboraba activamente un equipo de los mismos expositores con responsabilidades asignadas… así Tony Fondeur se encargó de la iluminación, ¡siempre problemática en la Galería Nacional de Bellas Artes! Fueron jornadas de dedicación entusiasta: esto se aprecia, y el público responde.
Primera impresión. El espectador se siente rodeado de una brillante constelación de imágenes del mundo, de los mundos de cada fotógrafo… o sea, su propio contacto con el mundo que le rodea. No hay neutralidad de la representación –como la hubo a veces en los inicios de Fotogrupo–, sino una apropiación de los elementos “plasmados”: cada fotógrafo libera sus energías creadoras y las convierte en esplendor visual.
Disfrutamos esta simbiosis de fidelidad e identidad, objetiva y subjetiva, que culmina en concienciación acerca del medio ambiente y la urgente protección de la naturaleza, incluyendo la humana. Hay en aquellas visiones –que preferimos a las simples vistas– un apasionamiento que no solo mira y fija el paisaje desde el exterior, sino que descubre sus interioridades y le comunica una riqueza emocional e íntima.
Ello contribuye a la unidad de una exposición… tan variada.
Nos referimos al paisaje globalmente, cuando, aunque ese género predomina –y particularmente el dominicano con una dimensión exaltada–, otros temas coexisten y se manifiestan.
En muchas fotos vibran la gente, el cuerpo, el rostro, el retrato, la máscara, el objeto, el artefacto, no pertenecerán a la categoría de paisaje. Sin embargo, no dejamos de verlos como “paisajes interiores”.
Los iremos comentando cuando hagamos una visita crítica guiada a cada uno de los expositores, a sus opciones por el color o el blanco y negro –que sobrevive–, a sus personalidades particulares. Observamos que Wifredo García tenía plena razón, cuando afirmaba: “…El artista fotógrafo será aquel que tiene algo notorio que expresar. En efecto, expresarse a sí mismo.”
tomado de hoy, sabado16 de septiembre de 2017
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